El café… ¿con leche, o solo?

Hoy vamos a hablar de un estudio transversal, es decir, que analiza la relación entre hábitos y ciertos marcadores en un colectivo, en un momento determinado, por lo que no se puede determinar la evolución en el tiempo de variables, ni la relación de causalidad (qué fue primero… ¿El huevo o la gallina?). Es un trabajo que me parece honesto en sus conclusiones y en el análisis, así que vamos a ver qué dice.

En concreto, el título del estudio es Avoiding milk is associated with a reduced risk of insulin resistance and the metabolic syndrome: findings from the British Women’s Heart and Health Study (No tomar leche está asociado a un menor riesgo de Resistencia a la insulina y síndrome metabólico: resultados del estudio de salud y corazón en mujeres británicas).

La muestra consistió en 4.024 mujeres británicas de entre 60 y 79 años, seleccionadas de forma aleatoria en centros de atención primaria de 23 localidades. Para la toma de datos, se usó una anamnesis, examen físico, entrevista personal, y un cuestionario de frecuencia de alimentos (método que ya sabemos que está sujeto a un error importante).

Lo curioso de este estudio es que han estudiado la muestra, dividiéndola entre aquellas mujeres que en el cuestionario, contestaron que no consumían leche nunca, y aquellas que sí que lo hacían. De entre las 4.024 mujeres, solo 111 (un 2,8%) declaró no consumir nunca leche (ojo, que si se diferenciaba explícitamente en el cuestionario entre beber leche, y comer queso).

Las mujeres que no bebían leche, tenían menor índice HOMA, triglicéridos e IMC y mayores niveles de colesterol HDL que las que que bebían leche. También tenían menor probabilidad de padecer diabetes tipo 2 y síndrome metabólico.

Teniendo en cuenta otras variables relacionadas con el estilo de vida, entre las no bebedoras de leche había más fumadoras, mientras que dentro del grupo de bebedoras, aquellas fumadoras, con peor estatus socioeconómico, que usaban manteca para cocinar, comían menos de una pieza de fruta al día, carne procesada, queso, pan blanco, y además eran físicamente inactivas, eran el grupo que bebía más leche entera frente a desnatada o semidesnatada.

En el caso del índice HOMA, las diferencias favorecieron las no bebedoras en un 13%, dato que tras ajustar por distintas variables socioeconómicas e IMC, descendió hasta un 8%. En el caso del síndrome metabólico, la odds ratio fue de 0,5 (favoreciendo las no bebedoras), dato que no se modificó al ajustar por distintas variables.

Para verificar el efecto del tipo de leche, se eliminó del análisis al 17% de mujeres que bebían leche entera. Las diferencias descritas no se modificaron sustancialmente, por lo que descartan que la diferencia se deba al contenido en grasa de la leche (los que conozcan los trabajos de Melnik podrán sospechar de otras vías).

Está claro que estamos ante un estudio observacional, concretamente transversal, que no nos permite saber si hay relación causa-efecto entre consumo o no consumo de leche, y diabetes o síndrome metabólico. No obstante, los autores hacen una reflexión interesante. En primer lugar, y en relación a la toma de datos por el cuestionario de frecuencia de alimentos, indican que probablemente tenga menos error, la adscripción al no consumo de leche, que en el caso de la asignación por los sujetos de la cantidad de leche consumida (aunque al estar comparando ambos grupos, si hay error, también influye a las diferencias relativas). Hablan además de una mayor incidencia de osteoporosis en el grupo de no bebedoras, como prueba indirecta de que efectivamente, no beben leche.

También indican explícitamente, que el haber sido diagnosticado de diabetes, puede alterar los hábitos alimentarios, pero que las mediciones de resistencia a la insulina no son habituales en la práctica de atención primaria, por lo que se podría descartar la asociación por causalidad inversa entre consumo de leche e índice HOMA.

Finalmente, concluyen indicando que hacen falta estudios adicionales como ensayos clínicos para verificar si la exclusión de leche está asociada causalmente con menor resistencia a la insulina y menor riesgo de padecer síndrome metabólico.

Una conclusión que me parece del todo correcta y mesurada, dado el tipo de estudio. ¿Cuántas noticias hemos visto en los medios, que han atribuido causalidad, y estaban basadas en trabajos de este tipo? Normalmente son los (des)informadores los que distorsionan el mensaje, como en el reciente caso de las proteínas animales. Esto no hace más que crear alarma y desorientación en la sociedad, por lo que sería buena la prudencia, ya que la población general no tiene por qué discernir entre unos u otro tipo de estudios, y que grado de certeza deben atribuir a esas noticias.

Gracias a Lucía Redondo Cuevas (@Lucia_RedCue) que ha compartido el enlace al estudio.

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