Año nuevo, hábitos nuevos. A estas alturas del mes, muchos habrán abandonado ya esas nuevas intenciones. Y es que cambiar nuestros hábitos no es nada fácil.
Esto es algo que he podido comprobar en mi trabajo con pacientes o en proyectos de fomento de hábitos saludables en la empresa o con público general. Más allá de esa experiencia personal, lo cierto es que en la bibliografía tenemos numerosos ejemplos de que en muchas ocasiones las estrategias para el cambio de comportamiento no tienen elevadas tasas de éxito.
Es algo que vemos repetidamente en el ámbito de la nutrición: en estudios de intervención, como puede ser por ejemplo la pérdida de peso, se observa un máximo de efectividad hacia los seis meses del inicio de la nueva pauta, con un rebote y recuperación del estado anterior hacia los 12 meses. Básicamente, la pérdida de adherencia a ese nuevo estilo de vida.
Si ya es difícil conseguir ese cambio en consulta individual y en un proceso de terapia con varias sesiones, no digamos cuando se trata de programas dirigidos a un colectivo y con un acompañamiento menos individualizado. La probabilidad de éxito es baja cuanto menos.
Para trabajar en este ámbito, a mí me ha ayudado el estructurar la situación del individuo o el colectivo según tres condicionantes: saber, querer y poder.
- Saber hace referencia al nivel de conocimiento que tiene el sujeto sobre el tema en cuestión (gestión emocional, alimentación, actividad física, … etc). Obviamente sin un mínimo de conocimiento es difícil poder hacer elecciones adecuadas.
- Con Querer, hago referencia a la motivación, bien sea interna o externa. ¿Qué mueve a esa persona a esforzarse para cambiar? ¿Realmente está motivada? ¿Qué incentivos tiene para hacerlo? Este es un elemento imprescindible.
- Finalmente, nos encontramos con el Poder, donde entran en juego las barreras que impiden el cambio. De nuevo pueden ser internas, o en muchos casos también externas. Limitaciones que pueden abarcar la falta de tiempo, dinero, oportunidades, dificultades en el entorno personal, o dificultades en la autogestión emocional entre otras.
Me he encontrado con pacientes muy informados sobre qué es una alimentación saludable, motivados para mejorar su salud tras varios intentos porque no se sienten bien, pero que no consiguen llegar a buen puerto por una mala relación con la alimentación (como vía de escape a situaciones de insatisfacción vital) o un día a día que hace muy difícil poder cambiar. Para mejorar hay que saber (no suele ser el principal problema) hay que querer, pero sobre todo, hay que poder.
Cuando trabajamos en entornos de empresa saludable, habitualmente el foco está en el saber (las mil y una actividades de sensibilización, talleres, webinar, contenidos, etc). Pero las asignaturas pendientes son el querer y el poder. Uno de los retos es conseguir movilizar a los no motivados. Para ello necesitaríamos por un lado estrategias para despertar su propia motivación interna y por otro, incentivos externos que puedan servir de refuerzo. Algo que no es fácil de encontrar.
Y finalmente nos queda el poder, buscar la forma de reducir las barreras que impiden a los individuos motivados a cambiar. Bien sean del entorno, o bien personales. Habitualmente el foco se pone en las últimas, intentando mejorar las habilidades o recursos individuales. Pero esto es solo una parte del problema. Cuando el entorno no favorece o directamente dificulta o impide la adopción de nuevos hábitos, esto no va a tener un impacto claro.
Esto me lleva a un meme que decía algo así como «Te voy a dar un curso de mindfulness tibetano, para que cuando te arree con el garrote, te duela menos». Creo que ilustra bastante bien lo que sucede en muchas ocasiones: se apunta al individuo como única fuente y solución del problema, cuando es una mala organización la causa principal de muchas dinámicas con impacto negativo en el bienestar.
Saber, querer y poder: este esquema me ha ayudado a racionalizar el proceso de cambio de hábitos (individual o colectivo) y las acciones asociadas para conseguir ese objetivo. Espero que también te sea útil, si es que no habías llegado ya a esa conclusión.
Gracias por leer.

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